Ahora San Miguel inunda mi cerebro y parte de mi corazón y de mi alma. Estoy tan borracho, a estas horas de la mañana, que podría decir la verdad. Por ejemplo, que estoy solo. O que la tristeza es mi amiga. Todo esto no tiene importancia alguna. Solo es pertinente el nivel de salinidad de la lágrima que resbala por mi mejilla.
Y esto sí es preocupante... sube más allá del cien por cien.
Caput.